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La imagen del Ave y el Sol

  • Writer: Jose L. Carballo
    Jose L. Carballo
  • May 18, 2020
  • 1 min read

Y este pensamiento solitario se estremeció sobre mi frente alzando los brazos hacia el cielo rogando por ser liberado, ser pintado, esculpido en alambre y fuego, en cadena y en lienzo.

Éste pensó que baila alrededor de mi cabeza como el humo recortado de un cigarrillo negro. En este físico encadenado; en este recipiente atado estoy; No estoy más que mortificado, más que temeroso, más que preocupado.

Estoy atrapado, sacado del mar, capturado en una red de plata y roto en pedazos, golpeado contra la corteza de madera de la medida más baja y utilizado como trofeo.

¿Qué soy yo en este cofre hueco? ¿Qué olas cruzan mis costillas? ¿Qué corriente eléctrica inflama mi alma? Esta agitación dentro de mí, siempre temblando; siempre deseando separarse, destruirse unos a otros, volar más lejos que su opresor; su carcelero, su opuesto.

Tiembla esta columna vertebral, este cuerpo mío, estas lágrimas solo esperan dentro. El estallido, el contrafuerte de la mente; la prisión encadenada y afilada en la que estamos alojados, inevitablemente consumiendo, siempre forzando su camino, siempre desgarrando, siempre desgarrando, siempre intensa y penetrante.

¿Qué calma prevemos? ¿A qué valle hay que escapar? Qué suaves y arenosas playas nos respiran, nos iluminan, nos hacen llorar, nos hacen recordar la serenidad, la pasión, la tranquilidad de todo.

Esta oleada, la mente siempre girando, siempre pulsando, siempre abriéndose paso a través de la piel, la espalda, la cabeza, los ojos … Qué pena es, qué estragos tempestuosos causamos, qué fervor fascinante abrimos, qué dócil se cantan canciones, qué ritmo único, su nota única puede calmarnos.

 
 
 

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